sábado, 16 de agosto de 2025

Las Nueve Puertas del Cuerpo: Anatomía y Simbolismo Oculto

El cuerpo humano no es solamente un mecanismo biológico; es, para las tradiciones místicas y alquímicas, un templo vivo, un microcosmos en el que se reflejan las leyes del universo. En este templo existen puertas: umbrales que permiten el flujo de energías entre el interior y el exterior. La anatomía reconoce en ellas simples funciones fisiológicas, pero el hermetismo, la cábala y las escuelas orientales las han visto como puntos de intercambio espiritual, capaces de elevar al ser humano o sumirlo en la corrupción si se pierden.

Se habla de nueve puertas en el hombre y diez en la mujer. A través de ellas ingresan la luz, el aire, el alimento y las impresiones del mundo, y a través de ellas también se expulsa lo que no tiene más lugar en el organismo físico o en el alma.

La visión fisiológica: puertas del cuerpo y la vida

Cada una de estas aberturas tiene una función:

  • Los ojos son receptores de luz, canales que permiten interpretar el mundo externo.
  • Los oídos captan las vibraciones del aire y guardan en su laberinto interno el secreto del equilibrio.
  • Las fosas nasales son entradas de aire y sensores del olfato, íntimamente ligados a la memoria y al instinto.
  • La boca es la puerta de la nutrición y del lenguaje, uniendo lo material con lo simbólico.
  • El ano cumple la función de purificación, recordando que incluso lo que es desecho es parte del ciclo vital.
  • El aparato reproductor abre la vía de la generación y de la perpetuación de la especie.

En la mujer, la existencia de la vagina y la uretra como canales separados otorga una décima puerta, que ha sido interpretada por las tradiciones como signo de su particular vínculo con el misterio de la creación.

Las puertas como umbrales de energía

El esoterismo enseña que estas aberturas no son meramente orificios, sino puntos de intercambio energético. A través de los ojos no solo entra luz: entra información, imágenes que modelan la mente y la imaginación. Los oídos no solo reciben sonidos: también son receptores del verbo creador, del ritmo y de la armonía universal.

La respiración, por las fosas nasales, no es solamente una función fisiológica; en todas las tradiciones aparece como el soplo vital: prana en la India, pneuma en Grecia, ruaj en la tradición hebrea. El control de la respiración ha sido siempre la clave para dominar la energía interna.

La boca, ambivalente, es fuente de nutrición y también de poder creativo: con la palabra se bendice o se destruye, se construyen mundos o se siembran sombras. El ano, a menudo despreciado en el discurso simbólico, es en realidad una puerta de purificación: lo que se expulsa permite que el organismo mantenga su equilibrio.

Finalmente, el sexo es la puerta más compleja: un umbral que puede hundir en la pasionalidad o elevar hacia la transmutación. En la alquimia interna, el control de esta energía se considera el motor de la Gran Obra: sublimar lo instintivo para transformarlo en fuerza creadora espiritual.

El cuerpo como laboratorio alquímico

Desde la perspectiva hermética, cada puerta representa un punto de contacto entre los tres principios alquímicos:

  • La Sal se manifiesta en lo sólido que entra y sale: alimento, excreción, materialidad.
  • El Azufre aparece en la pasión, el deseo, el fuego que arde en la palabra y en el sexo.
  • El Mercurio se revela en el aire inhalado y exhalado, en el movimiento del aliento y en la fluidez de la comunicación.

La fisiología oculta enseña que estas puertas son, en realidad, sellos que el alquimista debe custodiar. Si alguna de ellas se corrompe, el cuerpo se convierte en morada de energías extrañas. Pero si se gobiernan, el cuerpo entero se transforma en un crisol de transmutación, capaz de convertir lo grosero en sutil, lo mortal en inmortal.

Correspondencias con la anatomía energética

Las tradiciones orientales describen el cuerpo rodeado de un aura, un campo electromagnético compuesto de niveles. Cada puerta actúa como entrada o salida de estas corrientes. Los ojos irradian energía luminosa, los oídos vibran en ondas que afectan directamente el equilibrio interior, la boca proyecta ondas de sonido cargadas de intención, y los genitales concentran la fuerza vital.

El deterioro de estos portales energéticos se refleja en el campo aural: debilidad, opacidad, densidad. Por ello, los sabios insistieron en que la salud física, la pureza de palabra y pensamiento, y el dominio de los instintos no son simples reglas morales, sino condiciones necesarias para mantener las puertas abiertas a la luz y cerradas al desorden.

El misterio de la décima puerta

La diferencia femenina siempre llamó la atención de las escuelas iniciáticas. Mientras que el hombre se describe con nueve portales, la mujer posee diez. Ese número no es trivial: el diez corresponde a la plenitud, a la totalidad expresada en la cábala como el árbol de las diez sefirot.

El cuerpo femenino, entonces, no solo participa del misterio universal como reflejo, sino que en su misma anatomía reproduce el esquema de la creación. Allí, el canal de la purificación y el de la gestación permanecen diferenciados, mostrando que la mujer encarna el doble poder de dar vida y de mantener el equilibrio.

El estudio de las nueve puertas no es un simple ejercicio de anatomía, sino un camino de conocimiento interior. Cada puerta recuerda al ser humano que todo lo que entra y sale de su cuerpo es también un proceso espiritual: ver, escuchar, respirar, hablar, desear y expulsar son actos alquímicos.

Quien se adueña de estas puertas no las cierra al mundo, sino que las consagra. Y en esa consagración convierte su cuerpo en un verdadero laboratorio de la Gran Obra, donde lo bajo y lo alto se encuentran, y donde el microcosmos se hace reflejo del macrocosmos.

Así, las nueve puertas del hombre y las diez de la mujer nos revelan que la anatomía es también teología; que la fisiología es simbología; y que la medicina, cuando es vista desde el misterio, no se limita a curar el cuerpo, sino que abre la vía para la transmutación del alma.


 Frater Kain R+C