"Meditación de Adepto Mayor"
-Servicio y Sanación-
Edad, 16 años; dioses, Asclepio (Hijo de Apolo) y Demeter (Hermana de Zeus).
(Caballero Rosacruz Hospitalario)
Dado que nuestra aceptación de Cristo como nuestro Salvador personal se produjo a los 17 años y que, a día de hoy, tenemos 66 años; nuestro tiempo transcurrido en la Vía Rosacruz, es de: (66-17)=(49) años.
Ya que la suma de tiempo de los grados de Celador (Aprendiz), Teórico (Compañero), Práctico (Maestro), Filósofo (Perfecto) y Adepto Menor (Caballero Rosacruz de Oriente) da la cantidad de: (3+5+7+9+15)=(39) años.
Tenemos que 49-39=(10), son los años que llevamos en el Grado, de Adepto Mayor (Caballero Rosacruz Hospitalario), cuya duración es de 16 años; luego nos quedan otros 6 años para cumplir con el tiempo requerido para completar el Grado 6 de la Segunda Orden; es decir, la tercera punta del Segundo Triángulo del "Colegio Invisible de la Rosacruz".
Tras lo expuesto, como podréis entender, éstá Meditación queda incompleta al faltarnos seis años para completar el Grado. Hasta entonces, si Dios desea que siga vivo, os tendréis que conformar con lo que sigue y, desde luego, no creo que haya más meditaciones de grados superiores, en tanto que uno no puede hablar de lo que ignora y tampoco creemos que nuestro deseo y aspiración sea llegar a centenario en edad.
En mi Meditación contemplo, sobre una pantalla blanca y refulgente, como un báculo dorado aparece bordeado por una verde serpiente. Tras la vara serpenteaba aparece el puño de la mano que la sustenta y un cuerpo con su rostro magnánimo y refulgente con una infinita caridad reflejada en sus ojos. Se trata del dios griego de la medicina, Asclepio, hijo del magnánimo Apolo.
Tras Asclepio aparece el Centauro Quirón, al que ya conocía por haber sido mi tutor y maestro en grados anteriores; lo que hizo que mi sorpresa fuese mayúscula, pues no creía que ciertos héroes, bestias o divinidades pudieran repetirse en las diversas iniciaciones; pero en éste caso, hasta cierto punto era lógico, en tanto que el Centauro Quirón fuera el Maestro que firmara, en Medicina, al Dios Asclepio.
"Querido Hijo", me habló el Dios, "estoy aquí para apadrinarte en éste Grado de Hospitalario y de servicio al Mundo y a la Humanidad; pero también para traerte a tu Amigo y Maestro Quirón, el cual permanecerá contigo hasta completar tu instrucción como sanador de cuerpos y almas"
No tuve palabras para responder a Asclepio y permanecí callado mientras posaba una de mis rodillas en el suelo y bajaba mi rostro en actitud de humildad.
"Levanta Hijo mío y deja que contemple tu rostro", se dirigió Asclepio, de nuevo a mí, con serenidad y cargado de gran amor, "en éste Grado, amado Hipócrates, completarás la instrucción Sanitaria que comenzaras tiempo atrás y no solo deberás de dominar la medicina moderna sino también la herbología ancestral que heredamos de la Madre Demeter, hermana de nuestro Dios Zeus; siempre permaneceré contigo a tu lado; pero ahora debo de marchar, delegando mi responsabilidad en Quirón quien fuera mi tutor personal y que ahora será el tuyo también"
Cuando, intentaba realizar un gran esfuerzo con el fin de romper mi silencio, la figura de Asclepio se fue convirtiendose en etérea hasta desaparecer; pero dejando su báculo en manos del Maestro Quirón.
El fondo resplandeciente de mi pantalla virtual se transformó en un verde prado mientras Quirón me observaba serenamente sonriente.
¿Donde nos encontramos?, pregunté admirado.
"Amado Heracles, o ¿debo llamarte ahora Hipócrates? Qué extraños son éstos dioses…", dijo estas palabras mientras me regalaba con una profunda sonrisa y continuó, "En ésta Vida, querido Amigo de nombre cambiante, no hay cosas perfectamente buenas ni cosas perfectamente malas. La idea es que todo tenga un término medio. En realidad el Bien no es otra cosa que un punto de equilibrio inestable en el centro de todas las cosas. Sí abandonamos ese equilibrio, esa frugalidad, todo, incluso lo supuestamente bueno, sano y agradable se convierte en nocivo y venenoso para el Organismo. Así, del mismo modo, los más poderosos y mortíferos venenos, debidamente reducidos y mezclados con agua, podemos convertirlos en poderosas medicinas que curan los cuerpos y también las almas"
Mientras el Maestro Quirón me instruía con sus sabías palabras, un tenue y sutil rostro de una majestuosidad que nunca había observado, ni siquiera en el Dios Apolo, cubrió toda mi visión. En seguida supe que se trataba de la presencia de Demeter la Diosa de la Tierra, de las plantas y de la agricultura; así como madre de Perséfone la esposa de Hades, Dios del Inframundo.
En ese instante, como Perséfone, me vino a la mente el mito del Cristo recluido en el centro de la tierra durante los meses de invierno y que es liberado en la primavera para vivificar al Sol y llenar de vida vegetal la superficie de la Tierra.
Mientras reflexionaba en silencio, me pareció que la divina Demeter me sonreía al conocer mis más recónditos pensamientos y con voz delicada, sublime y estruendosa se dirigió a Quirón, el cual permaneció, en todo instante, a mi lado:
"Amado Quirón, hijo de mis entrañas, no dejes de mostrarle a éste nuevo Caballero Hospitalario, todos los secretos de la Naturaleza, de mi Naturaleza, con el fin de que pueda desarrollar, con sus frutos, todo tipo de remedios que sirvan para aliviar los dolores del Mundo…"
En un instante, tanto la ciclópea imagen del difuminado rostro de Demeter como del refulgentemente dorado Centauro desaparecieron de mi vista; pero yo sabía que ambos espíritus, en la figura de Cristo, permanecerían íntimamente unidos a mí, acompañándome durante el resto de la carrera iniciática que mi Vida es y, bueno, mis amigos, hasta aquí hemos llegado y si es de vuestro agrado, disfrutaremos de nuestra mutua compañía y aprendiendo, cada día, un poquito más los unos de los otros.
Aralba R+C