Pasar de los cincuenta y nueve
kilos, cuando tenía veintitantos años, hasta los noventa y cuatro que llegué a
pesar, hará un par de años, se produjo en un tiempo de más de treinta años y un drástico
cambio de metabolismo aliñado con un prolongado periodo de inactividad física y
un tabaquismo, no habitual y diario; pero sí prolongado en el tiempo.
Tomar consciencia de un deterioro
físico y emocional progresivo no fue fácil, a pesar de la evidencia
morfológica, hasta que comienzas a sufrir sus consecuencias: hormigueo primero
y luego picor en la parte baja de las piernas,a la altura de los tobillos, aparición de arañas vasculares
que venían presumiendo la pronta aparición de las terribles y preocupantes
varices y, lo peor de todo, la fatiga crónica y dificultad respiratoria que
impedía que pudiese correr para no perder el transporte público y que incluso
nos llevó, en alguna ocasión, al borde de la lipotimia.
Las herramientas las tenía en el
interior de la casa y en el exterior, en
la calle. Pesos libres, bicicleta elíptica y otra serie de utensilios que,
desde hacía tiempo, se encontraban guardados en algún rincón de la casa criando telarañas. Afuera, una serie de hermosos parques y circuitos específicos para bicicletas y
running.
Aun así debería luchar todavía, durante un cierto
tiempo, contra la desidia y la pereza. Ya saben, aquello de hoy no comienzo que estoy
muy cansado, mañana comenzaré; pero ese comenzar nunca se producía hasta que,
reconozco que no sabría explicarlo, un día me decidí a levantarme y poner en
marcha todo aquello que había estado fermentando en mi interior durante los días anteriores; pero lo
curioso fue que no me dirigí a un gimnasio cercano para apuntarme y utilizar
sus máquinas e instalaciones.
Comencé primero a hacer un uso
habitual, no continuo aún, de mis artefactos de fitness hasta que reduje esos
terribles noventa y cuatro kilos de desorden interno en noventa y uno y fue
entonces, con la visita prescrita, al médico de cabecera que nos enteramos, tras los pertinentes análisis, que
esa grasa no solo era superficial, sino que se encontraba atenazando nuestros
órganos internos y el miedo nos llevó a buscar un medio previo al de
apuntarnos, de forma definitiva, a un gimnasio o ponernos en mano de algún
entrenador personal. Así nos apuntamos a una escuela de monitores de gym.
Gracias al aprendizaje en la
escuela, donde aún estamos, comencé a estructurar con criterio científico un
desordenado circuito de ejercicios que me podría estar ayudando en algo, no lo
dudo; pero que no me hacía progresar de forma eficiente y que, además, me
provocaba pequeñas lesiones musculares y articulares que me hacían desistir de
continuar con el entrenamiento. Una vez detectado el problema y corregido el
circuito de ejercicios, así como su intensidad, el peso y resistencia
utilizados, empecé por primera vez a sentirme bien, realmente bien.
Abandonados los hábitos
sedentarios y todo aquello que intuía no me estaba beneficiando en nada, pasé
de un circuito multilateral y generalista que trabajaba tanto los músculos
chicos como los grandes de todo el cuerpo y con unas cargas muy livianas, todo
ello por algo más de un mes, a otras sesiones más específicas que me permitían
concentrarme más en determinadas partes del cuerpo: piernas, brazos, hombros,
pectorales, espalda, dorsales y abdominales.
Ejercitándolas por separado,
dejando algunos días de descanso entre sesiones, comencé a sentirme mejor y a notar que un
calentamiento previo y específico, de intensidad baja, prevenía, con bastante eficacia, el
dolor de los tendones y articulaciones muy a pesar de que comenzaba a trabajar
con cargas cada vez más elevadas.
La alimentación y los suplementos
nutricionales también están cumpliendo su función recuperadora y al presente es
lo poco que os puedo contar. Nos gustaría tener algún tipo de actividad diaria,
chamba o trabajo, que nos supusiese un más efectivo descanso nocturno; pero es
lo que hay y con eso tenemos que lidiar.
Andamos notando un mejor tono
muscular y un contorno más redondeado o definido y menos amorfo que nos incita a continuar
con el trabajo emprendido de mejoramiento personal.
Espero que si alguno de ustedes se ha sentido identificado, con lo arriba expuesto, también sienta la necesidad de ponerse en marcha y no permitir que el deterioro físico perjudique su estructura completa, como persona, incluida la emocional y mental.
Espero que si alguno de ustedes se ha sentido identificado, con lo arriba expuesto, también sienta la necesidad de ponerse en marcha y no permitir que el deterioro físico perjudique su estructura completa, como persona, incluida la emocional y mental.
A pesar de que los avances aún nos parecen escasos, seguimos en marcha buscando la meta del bienestar general, sabiendo que es un trabajo que se conseguirá paso a paso, poco a poco; pero sin perder la esperanza de que iremos, con el necesario tesón, desprendiéndonos de una parte importante de la excesiva grasa para ir sustituyéndola por materia magra, acompañada de un sentirse bien con uno mismo
Aralba